La magia entre dos personas

Tan pronto habían llegado a la casa de la chica, Pietro comenzó una discusión. Era más bien por el hecho de que había sido rechazado por quien creía que era el amor de su vida que otra cosa, la rabia y tristeza se desbordaba en cada palabra que pronunciaba y que realmente no sentía.

"¿Realmente le molesta que haya estado con él?", entre tanto Francesca trataba de mantenerse sensata. "No puede ser tanto escándalo por esto", lo intentaba con todas sus fuerzas, pero las palabras de su mejor amigo le llegaban como puñaladas y se enfrentaba a la duda, si acaso él realmente pensaba todo lo que estaba escupiendo.

- ¡Vete! No quiero seguir escuchándote.

Le cayó un valde de agua fría, frente a él estaba una de las personas a las que más quería en la tierra y ahora estaba llorando por su culpa. Se fue sin pelear, pues podría hacerle más daño.


Los días siguientes pasaron sin que ninguno de los dos cruzara alguna palabra, ambos dolidos y temerosos, no se atrevían pedir disculpas y mucho menos a mirarse a los ojos.

- Es su culpa. - se repetía Francesca. - Él dijo cosas hirientes.

"¿Estaba celoso? ¿Qué le pasaba ese día?", en el fondo no quería dejar las cosas sin explicación, pensaba que su amigo estaba sufriendo cuando lo vio, tenía los ojos rojos como si hubiese llorado.

- ¿Me hablas a mí? - La voz suave y bajita casi como el de una niña hizo que alzara la cara. - Perdón, pasaba por aquí.

Ella estaba llorando. Olvidó sus problemas y se levantó hasta quedar al lado de la chica, tuvo el impulso de abrazarla, pues parecía más pequeña de lo que ya era.

- ¿Qué te sucedió?

La chica por primera vez desde que llegó a la escuela se encontró con amabilidad, de esa forma no pudo contenerse y comenzó a contar todo mientras que la pelinegra se preguntaba cómo era posible la crueldad de algunas chicas.

- Si no uso maquillaje, si no me veo más bonita o más "mujer", si no hablo con chicos, si me gusta el anime o los video juegos, lo que sea...

- No eres como ellas, pero eso no está mal.

Los ojos de Francesca se humedecieron. Ella tuvo suerte, tenía a Pietro y al igual que su hermano era una chica linda y agradable, era inmunidad ante la burla de las demás chicas.


Entraron a clases ambas chicas y para sorpresa de todos, Fernando era quien daba comienzo a la clase. Empezó explicando que era un favor de su profesora, estaban iniciando un nuevo programa en el año escolar para recaudar dinero, querían el apoyo de los escolares y que expusieran sus ideas.

- ¿Quién empieza?

La clase se calló por completo, la idea nunca había sido algo que consideraran los estudiantes, aunque les emocionaba. Ante el silencio, el profesor comenzó a interrogar alumnos al azar, siendo la primera Nina.

- Nina Abidutto, ¿Cierto? - Ella asintió. - ¿Alguna idea?

Francesca abrió los ojos por la sorpresa, en todo el tiempo que estuvo con ella no supo su nombre, pero la clase no quedó indiferente, ella parecía un fantasma y en el momento que el adulto la nombró pareció haber un foco de luz en ella.

- ¿Un café?

Las risas estallaron, parecía que la chica no podía ponerse más roja aún, hasta que sus ojos se humedecieron y salió de la clase. Fernando se lamentó, pues no esperaba que ella se pusiera así, aunque tampoco era mala idea, era claro que los estudiantes eran crueles con ella por ser diferente.

Los ojos del adulto se posaron una alumna, aquellos ojos celestes lo veían con angustia, una sola mirada entre ambos fue suficiente, se entendían. En ese instante ella se levantó y siguió a Nina.

- No fue fácil encontrarte.

Nina no respondió, creyó que eran alucinaciones suyas. Conocía a Francesca, pues tenía buena reputación, era querida por todos y eso era algo que a ella siempre se la había sido difícil de encontrar, su apariencia sombría, su simpleza, tenía los ojos y el cabello del mismo color castaño, no la ayudaba no tener curvas y ser baja, la hacían ver como una niña.

- No quería ser encontrada. Mejor no hables conmigo, todos se burlan de mí.

- No me interesa quien seas, mientras seas una buena persona. Tampoco me molestaría ser tu amiga.

La puerta del baño se abrió de repente, sorprendiendo a la pelinegra. Vio a la chica con los lentes en una mano y su cabello cubriéndole el rostro, pero no todo el color rojo que conservaba en las mejillas.

-No tienes que hacerlo.

- Quiero hacerlo.

Después del sermón que les dio Fernando a sus alumnos, les dejó una tarea de castigo y como nadie más dio ideas para el evento de la escuela, la clase realizaría un café.

- Permiso.

- Entren, después de clase búsquenme en la sala de profesores.

No pasaron ni dos minutos y llegó la profesora a hacer su clase, había cierta tranquilidad y confidencia entre las chicas que hacía que Pietro se sintiera incomodo, pensaba con frecuencia en su mejor amiga y tenía miedo de perderla, por eso cuando llegó el final de la última clase intentó buscarla, pero luego de verla irse con Nina, desertó. "Otro día será", se decía intentando convencerse de que aún estaba a tiempo.

En la sala de profesores se encontraba Fernando hablando con un colega, ambos discutían sobre los planes de cada clase, mientras que la clase de Fernando sería un café, la clase del otro profesor pensó en hacer una exposición musical para el evento.

- Te buscan. - dijo el profesor mirando por encima del hombro de Fernando.

Eran Francesca y Nina. Los adultos se separaron regresando a sus respectivos escritorios, ambas chicas se sentaron frente a él y esperaron a que uno de los tres dijera algo.

- Bien, no fue correcto lo que hiciste al salir de clases así. De ahora en adelante, quiero que trates de no acobardarte. - El hombre intentaba ser comprensivo buscando las palabras correctas. - Es difícil pedirle esto a una adolescente, pero te lo pediré a ti. Ellas no te pueden hacer daño, a menos que tú lo permitas. No te avergüences de quien eres o de lo que te gusta.

Las palabras llegaban al corazón de la adolescente y la llenaron de felicidad, sintiéndose cada vez más capaz. La pelinegra que había estado ahí presente, pero sin entender por qué siguió escuchando, porque cada lo que estaba diciendo su profesor le daba la sensación de que calentaba su corazón, que lo conocía un poco más.

- Gracias, pensaré en ello. - Nina parecía más feliz, incluso le regaló una sonrisa a Fernando que hizo que la viera como una niña pequeña.

- Mientras que usted. - refiriéndose a la pelinegra. - Aprecio que sea tan considerada con su compañera, gracias. Por otro lado, esta semana has llegado tarde a todas tus clases.

Pietro ya no pasaba por ella a clase, así que le tocaba esperaba el bus escolar, pero pasaba más temprano y no alcanzaba a estar lista para cuando éste estaba afuera de su casa.

- Lo siento.

- No te puedo dejar impune, así que se me ocurrió que podrías ser mi asistente. Espero que empieces a llegar temprano, tienes trabajo por delante.

No esperaba que ese "castigo" por llegar tarde le hiciera, aunque sea un poco feliz, le agradaba su profesor, por lo que estar cerca de él no le desagradaba para nada, por el contrario, le gustaba.

- Lo haré lo mejor que pueda.

Pronto Nina se encontró extraña en ese ambiente, sentía que se había relajado más de lo normal. Luego miró a su profesor que sonría a ambas mientras que les decía que podían irse, a pesar de haber estado mirando a ambas, sintió como su mirada se volvía más dulce al mirar a su amiga, mientras que ella tenía el color de sus mejillas en rosa y una sonrisa que la hacía ver más hermosa de lo que ya era.

No dejo de pensar que entre ambos había algo que pocas veces había visto, aunque él había bajado la cabeza a los papeles de escritorio y ella que ya no lo miraba, la magia que había entre los dos le decía que ambos corazones eran uno. "¿Es posible?"



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