Nos acercamos

Por primera vez Francesca se aventuró en la cocina. Esperaba haber heredado las habilidades culinarias de su madre, pues no quería que su profesor muriera intoxicado por algo que ella hubiese hecho. Se lamentó sólo un poco.

- ¿Todo en orden?

- Ay no... no debería estar de pie, vuelva a la cama. - con un gesto típico de su madre, la adolescente echaba al enfermo de la cocina con repetidos "Shuu...shuu..", provocándole la risa.

- Tengo una idea mejor.

Evitando que la pelinegra se metiera en un problema con la cocina, el castaño terminó por sugerirle que se esperara un rato más, pues un familiar suyo venía en camino a cuidarlo y si le daba hambre, pediría comida a domicilio.

- Está bien, pero me quedaré hasta que ese familiar suyo llegue.

Se sonrojó y evitó la mirada de la chica tratando de retomar la compostura, logrado con éxito luego de que su mirada se fuese a un par de películas viejas.

- Tráeme esa caja de ahí. - Cesca no lo dudó y se acercó a la caja, dentro de esa caja se encontraban comedias, películas en su mayoría de Jim Carrey. - Aquí esta.

Los ojos de Fernando se posaron en una película que parecía un fantasma entre las demás. No se dio cuenta cuando desapareció de su foco para pasar a manos de la chica, que miraba con extrañeza y fascinación.

- ¿1984?

- No es mía, le pertenecía a un amigo.

- ¿Podemos verla?

El adulto sintió cada palabra que dijo, pero no se esperaba que esa reacción automática lo llevase a sentirse vacío por dentro, como si su cuerpo se desprendiera de su alma, sin embargo, Francesca lo trajo de vuelta, pudo sentir las palabras, el calor, el dolor y la mano de ella sobre la suya, sus ojos que habían estado mirando la nada, ahora la miraban a ella.

- Estoy bien. - alejó su mano de la de ella y tomó la película delicadamente de su otra mano. - Vamos a verla en la sala de estar.

A medida que avanzaba la película, la pelinegra sentía pesados los parpados. "Sólo cerraré los ojos un segundo". Por otro lado, estaba Fernando que a cada segundo de película que pasaba recordaba a su amigo, no sabía con exactitud que sentir, si estar triste o feliz o darle un descanso a su corazón y hacer que su cerebro se reconectara con la película.

*Se resbala*

No le dio tiempo de reaccionar más que para llevarse una mano al corazón. Cuando vio los ojos cerrados y la boca entreabierta de la adolescente, Fernando agradeció no haber gritado o alejado bruscamente, lo que era su reacción natural. Comenzó a reírse luego de contemplar la escena completa. Estaba tan concentrado en sus pensamientos que no se dio cuenta cuando la pelinegra cayó dormida.

- No puede ser que te duermas así.

Se reía por lo bajo, no quería despertarla, pero tampoco podía aguantarse la risa. Trato de levantarse del sillón para darle su espacio, pero ella ya tenía la cabeza apoyada en su brazo y fruncía el ceño si se movía un solo milímetro.

- No puedo contigo. - pensó mientras le alejaba el pelo de la cara evitando que llegara a la boca. La escena le provocaba gracia, pero entre más la veía ya no la empezaba a ver así.

Pietro llegó a casa y fue recibido por su madre, nada fuera de lo normal. Paula no le dijo nada a ella y le tranquilizó ver a su madre actuar como siempre hacía, por lo que se esforzó por no levantar sospechas y fingir que nada sucedió.

- Mamma, hoy me quedaré con Francesca.

Se conocían desde muy pequeños, de esta forma era algo normal para ambas familias que sus hijos durmieran en la casa de alguno de los dos. Beatriz, no se negó y despidió a su hijo una vez éste estaba listo.

- ¡Pórtate bien!

El rubio le sonrió a su madre y subió en su moto. Si había alguien con quien podía desahogarse era con Francesca. Ella lo escucharía, lo retaría y luego le aconsejaría hacer lo correcto, cosa en la que su mejor amiga rara vez fallaba.

Cuando el chico llegó a casa de su mejor amiga, notó que la casa estaba rodeada por un extraño silencio que lo hizo preguntarse si es que había alguien dentro. No lo dudó y entro con una llave de repuesto que le habían dado en caso de necesitarlo. "Parece una emergencia", se dijo convencido de que algo raro pasaba.

- ¡Hola, soy yo, Pietro! - guardo silencio unos segundos. - Francesca, ¿Estás?

Entrando al cuarto de ella, notó que todo parecía suspendido, como si se hubiera esfumado, un sudor frío le recorrió la espalda al pensar que le hubiera pasado algo a ella y a su familia. Salió de la casa y vio luces encendidas en la casa de su profesor. A regañadientes fue a tocar su puerta.

Fernando que casi caía rendido al igual que Francesca, despertó cuando escucho su timbre. "Al fin llegó", se libro con delicadeza de la chica y a pesar de parecer molesta por haberla movido, tampoco parecía dispuesta a despertar.

- Tardaste mucho.

Para sorpresa de ambos ninguno era lo que precisaba querer ver. "¿Me esperaba?", pensó Pietro, pero ignoró eso en cuanto vio a una Francesca somnolienta caminar por detrás de su profesor. Entró sin que el adulto lo viera venir.

- ¿Qué haces aquí? Estaba buscándote en tu casa.

- Oh, permiso. - todos se giraron a ver a la mujer que estaba entrando. - Tienes una casa bonita. Tienes suerte que haya estado cerca.

Los chicos que no parecían entender que sucedía, hasta que Fernando la presentó como su hermana. La conversación no duró mucho pues era Pietro quien tenía prisa por llevar a Francesca de vuelta a su casa tanto para desahogarse.

- Nosotros ya nos vamos.

- Espero que se mejore pronto. - el castaño le sonrió con ternura y también la agradeció por haberse quedado. - Nos vemos.

El hombre que había experimentado en tan poco tiempo tantas emociones, trato de hacerse entender, pero al final del día lo que predominaba era la soledad. Luego de que se fueran todos de su casa, se sintió solo. Recordaba como se había perdido en sus pensamientos y tan pronto Francesca cogió su mano, lo llevó a su realidad, en la que estaba ella y él, unidos por la punta de los dedos y aunque el contacto haya sido mínimo, pudo sentir el calor que ella le transmitía y le llenaba el cuerpo.



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