Nuevos vecinos

No solía suceder que se metiera tanto en sus pensamientos como para no notar la presencia de otra persona, en especial de una persona como Ágata. Una mujer que era difícil de ignorar, no sólo por su belleza, sino por su naturaleza encantadora y fuerte carácter.

- ¿Qué tanto piensas?

- Nada.

Luego de un silencio, ella agregó:

- "¿Habré hecho lo correcto? Es una alumna, eso no está bien, se puede malinterpretar, ¡oh por Dios! ¿Qué hice?" Eres tan fácil de leer.

El adulto comenzó a sonrojarse por la burla de la pelirroja, peor que haya sido una burla es que tenía razón y era lo que había pensado todo ese rato luego de que Francesca se fuera.

- Ven aquí. - le extendió los brazos sin mirarla, esperando un poco de consuelo.

Ella sin pensarlo mucho se acercó a darle un abrazo, "Ahora eres un niño" fue lo que pensó, pues el adulto estaba sentado y le llegaba a la altura del busto, haciendo que se viera más pequeño. Comenzó a acariciar su pelo de manera inconsciente, no hace mucho habían comenzado a salir y luego ella lo recomendó para el trabajo en su escuela con el prejuicio de que terminarían pronto por verse demasiado, pero estaba pasando todo lo contrario, le estaba tomando mucho cariño.

- Vamos a mi casa. -La voz de Fernando la sacó de sus pensamientos - Me estoy mudando, hazme compañía.

- Ya volvió tu humor. Ahora bien, vete...tengo trabajo que hacer en esta enfermería.

- Te esperaré cerca, apúrate. Te quiero.

- Sí, sí...lo que digas. Iré a cuando termine.

Ágata que, aunque fingiera no querer mucho a Fernando, en realidad lo hacía, le gustaba que le dijera que la quería y siempre con esa sonrisa que le mostraba lo alegre que podía ser, a pesar de todo lo que le ha pasado.

Luego de la hora de castigo la chica se dirigió a casa y lo primero que hizo fue subir a su habitación. Tenía que hacer los deberes y aunque le perturbaba los movimientos afuera de su casa, trató de no hacer caso, lo que resultó en un fracaso porque pronto era el teléfono de la casa el que sonaba.

La adolescente atendió el teléfono, pero tan pronto reconoció la voz de Pietro colgó casi instintivamente.

- ¿Quién era? - era su madre que veía llegando de la cocina para atender la llamada.

- Era Judas.

Luisa concluyó que la extraña actitud de su hija era debido al castigo recibido, por lo que no hizo preguntas y tampoco quiso seguir indagando, pensando que el tiempo mejoraría su humor.

Llegó la hora de cenar y todos se encontraban reunidos en el comedor, el padre y hermano de Francesca que hace poco habían llegado de hacer unas compras, su madre que estaba terminando de cocinar.

- Hola papà.

El padre de Cesca que quería mucho a su hija, incluso le decía "principessa", comenzó a preguntarle a ésta como le había ido en la escuela. "Estoy perdida, ¿Qué le digo?", pensaba la adolescente tratando de evitar esa pregunta y con éxito lo consiguió gracias a la intervención de Giacomo, su hermano mayor.

- Miren, vengan a ver.

Todos se encontraban en la terraza de la casa y cruzando la estrecha calle se encontraba los de la mudanza, miraban desde el cuarto piso como los otros vecinos se asomaban por sus balcones y les daban la bienvenida.

A Francesca le pareció extraño que todos los vecinos del hubieran escuchado el rumor de que era alguien joven, pues el que estaba dirigiendo la mudanza era un hombre un poco más grande que su padre.

- Entremos, la cena se enfriará.

- Giacomo no te quedes allí parado. Mamá tiene la cena lista.

Sin embargo, éste no parecía escuchar razones. Se le había metido en la cabeza y grabado en la retina la imagen de una guapa mujer que había llegado hace apenas unos segundos, ignoró lo que había a su alrededor, la podía ver a ella con una poderosa aura y eso es lo que lo atrajo en primer lugar de ella.

Tras las insistencias de Luisa todos se encontraban cenando con las cosas siguiendo su curso natural. Fue después de la cena que lo inusual sucedió, llamaron a la puerta y aunque para los padres de los chicos era raro que los vecinos llamaran directamente a la puerta, fueron a atender el llamado con la pelinegra siguiéndoles los pasos influenciada por su curiosidad, al igual que Giacomo, que tenía la vaga esperanza de ver a la mujer de antes.

- buonanotte. - dijo el joven en la puerta.

"buonanotte" respondieron casi todos, pues Francesca se quedó a media palabra cuando se dio cuenta de quien se trataba y quien sería su nuevo vecino. Sin haber notado la presencia de la adolescente Fernando se presentó.

- Soy su nuevo vecino. 



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