Lo prometido

Los nervios de un primer día eran poco evidentes para los demás, pero eso era porque Bruno intentaba aparentar tranquilidad. Habían pasado un par de días y ya todos sus papeles de transferencia estaban en orden y oficializados.

- Acompáñeme.

Uno de los profesores guio al chico hasta su salón. Una parte de su ansiedad se debía al comienzo de un nuevo año escolar y otra era por la chica que salvó, una parte de él tenía la ligera esperanza de volver a toparse con ella y no negaba que le gustaba la idea, pues parecía ser una chica dulce a pesar de todo.

El maestro se paró frente a una puerta y tocó de esta, no esperó por la respuesta y entró disculpándose por la intromisión. Aquel docente con el que había hablado de lo sucedido con la chica era el mismo que estaba haciendo la clase en ese momento.

- Pase, por favor. - Bruno entró en el aula y Fernando le hizo un ademán con la mano a su colega. -Gracias, profesor.

- Permiso.

El adolescente se puso a un lado de su nuevo maestro, evitando mirar a la clase directamente, sin embargo, le fue imposible seguir con su plan, el adulto le sugirió a este presentarse con la clase para darle una bienvenida formal.

- Hola, me llamo Bruno y soy estadounidense, así que quizás el italiano de repente se me escuche raro.

Algunos chicos de la clase se rieron y eso libró la tensión que se formó a penas entró. Pudo mirar con tranquilidad a su alrededor, muchos eran rostros amables y entre ellos se encontró con la mirada de la chica. "Es ella", sonrió al verla y se sorprendió cuando ella le respondió de la misma forma con un poco de sorpresa, pero delicadeza.


Las clases siguieron su curso regular. A Bruno le tocó sentarse al lado de Nina, quien no dejaba de mirar curiosa, "Él llegó ayer con Cesca", no sabía muy bien como tratar con él por lo que sólo lo observaba en silencio esperando poder descifrar sus intenciones así.

- ¿Necesitas algo? - le preguntó incómodo.

Eso puso la cara de Nina toda roja, "¡No soy la más discreta!", se castigó por dentro y para no parecer tonta le pidió prestado un lápiz a su compañero, este último sin problemas se lo entregó, pero siguió sintiendo una mirada aguda sobre él. Miró a la castaña a su lado, pero ella no lo miraba.

- ... - ahogó cualquier sonido que pudiese emitir cuando miró a Pietro.

El rubio no parecía darse cuenta de que lo observaba intensamente, aunque fuera de repente. La única persona que no parecía notarlo completamente era Francesca, pues la pelinegra ya no tenía cabeza para pensar después de lo que pasó, pero eso no la frenaba en el día a día y sentía que lo superaba más rápidamente pese al susto.


- Al fin terminaron las clases.

- Me estaba quedando dormida. - bostezó Nina, haciendo que el bostezo se repitiera en sus amigos.

- Es cierto, ¿Vamos al bar? - sugirió Francesca, pero entonces pareció recordar algo. - Tengo que ir a la sala de profesores, lo siento. Vayan sin mí.

Los adolescentes negaron con la cabeza y tomaron la decisión de ir otro día los tres juntos. La pelinegra se despidió de ambos, pese a la terquedad de su mejor amigo en quedarse para ir a dejarla a casa. No les dio más opción y se fue pronto a encontrarse con Fernando.


- Permiso. - dijo entrando con cautela a la sala de profesores. - Busco a....

No alcanzo a terminar la frase y una profesora se le acercó con un recado de su profesor, pidió disculpas por el inconveniente y que se fuera a casa puesto que el tenía otros asuntos que atender.

- Día corto. - dijo la profesora con una sonrisa. - Puedes irte a casa temprano.

Francesca recorrió todo el camino hasta la salida de la escuela, alcanzó a escuchar la moto de Pietro irse y a los últimos alumnos salir, entre ellos Bruno.

- ¿Ya te vas?

- Sí, voy a casa. - la pelinegra se despidió con una sonrisa. - Hasta mañana.

La indecisión se apodero del adolescente, realmente quería acompañarla a casa, pero tampoco conocía tan bien el lugar como para aventurarse, sin embargo, algo en él hizo que la duda se fuera. La veía caminando con el viento soplando fuerte y haciendo que su pelo se agitara, a los ojos de Bruno lucía más hermosa que hace unos instantes.

- Te acompaño.

Sonrieron para sí y entre ambos el ambiente se relajó a tal punto que el silencio parecía ser de esos que te abrazan de manera cálida y que hacen que los alrededores se vean como si fuese la primera vez que se ven así. "Quizás es porque estoy con él".



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