Un día con Nina

Las mañanas comenzaban siempre con Nina y su mamá.

- Nina, ya es hora de levantarse.

Pese a tener una buena relación la mayoría del tiempo, ella no podía ceder ante la seriedad de su madre. Era claro que se querían, pero no por eso iba a dejar de ser estricta con la escuela, las comidas, los modales y las costumbres. Levantarse temprano era un buen hábito para la gente de éxito según la madre de la adolescente y en el fondo, no podía sentirse más lejos de estarlo, pese a las "buenas costumbres".

- Ya voy. - a regañadientes se levantó, sabía que no podría ella sola con la terquedad de su mamá. 


Llegó al comedor, donde sus padres la esperaban para desayunar. Le dedico con una agradable sonrisa a su padre, que muy a su pesar entendía como se sentía Nina, pues su madre también lo había arrastrado a él a esos hábitos propios de la familia de su mamá, por lo que entre ellos eran bastante empáticos.

- ¿Tienes planes para hoy?

Con inocencia Nina comenzó a pensar en sus planes para el día. Era sábado por lo que normalmente no estudiaba todo el día, buscaba un momento en el día para repasar la materia.

- Las clases comenzaron hace un mes aproximadamente, creo que no estaré ocupada todo el día estudiando, ¿por qué?

- Es perfecto. - la brillante sonrisa de su madre hizo que un frío le recorriera por la espalda a padre e hija. - Vas a salir, siempre pasas en casa. Deberías dar un paseo con una amiga o algo, la mente también necesita oxigenarse.

- Mamá...

No hubo lugar a reclamos, la decisión fue tomada y lista para ejecutarse. Salir no era una de las cosas favoritas de Nina y hacerlo sola, era más triste aún.

- Nunca sales, creo que estoy de acuerdo con ella. - dijo su padre refiriéndose a su madre que no podía estar más contenta por el apoyo de su marido. - Si quieres podemos salir juntos, iré con unos amigos después.

- Gracias papá, pero creo que sólo iré al bar, llevaré unas notas y estudiaré.


- Provecho. - dijo el joven sirviéndole a Nina un latte con un croissant.

Ella agradeció, pero sin mucho entusiasmo, realmente era difícil estudiar en un lugar con gente y bulla, pero por darle en el gusto a sus padres es que se encontraba allí. "Mamma mía, ¿Por qué no me negué?" se quejaba mientras se hundía en la silla.

- Hola, me da eso de ahí, por favor.

"Esa voz", abrió los ojos como platos. Reconocía esa voz, inconfundible porque desde que la había escuchado de cerca y miró en los ojos de esa persona, ha dado vueltas en su cabeza. Tampoco pensó alguna vez que sería vista por alguien así o mucho menos que la llevaría a casa hace un par de días cuando Francesca no pudo irse con ellos.

- Oh, hola, Nina.

La cabeza de Nina echaba humo y sus mejillas eran unas calderas calientes, no podía creer que la vida le hiciera esas jugadas y de un solo movimiento se paró para saludarlo, sin embargo, la situación parecía que se le escapaba de las manos, tan pronto estuvo de pie hizo caer el latte que estaba en una orilla de la mesa, haciendo que la taza se rompiera en pedazos estrellándose en el piso.

- Yo... ¡Lo siento mucho! - el mismo joven que la atendió se acercó a recoger los pedazos de la taza. - Yo lo hago, perdón.

- No se preocupe, no es necesario.

La situación de Nina empeoró cuando en un acto casi desesperado de enmendar su error salió tras una escoba y pala, resbalándose con el café y llevándose consigo a Pietro. Este último vio como sólo en segundos se desató el caos.

Pietro que intentó ayudar a Nina cuando vio que caía de espaldas, pero perdió la estabilidad cuando la chica al caerse se enredó con sus pies también cayendo prácticamente encima de ella.

- Lo siento. - se levanto de pronto y ayudo a levantarse a Nina. - Tu ropa.

Los pasteles que traía Pietro habían sido aplastados manchando la ropa de ambos. La gente a su alrededor les preguntaba como estaban y los empleados le entregaron un poco de hielo para la caída.

- Lo siento, soy muy torpe. - cubrió su cara con ambas manos, llevándose el flequillo hasta atrás y todo revuelto, provocando risa en el rubio.

Habiendo pasado unos minutos y recobrada la paz, Nina compartió un momento del día con Pietro entre risas y charlas que la hicieron sentir más cómoda junto a él, y aunque todo el tiempo que estuvo con él no pudo evitar tener una sonrisa tonta, así como tampoco aguantaba sus ojos sobre los de ella, sentía la felicidad en su corazón y la calidez que había traído a su vida.


Pietro se había despedido de Nina y con una sensación agradable llegó caminando hasta la pizzería de su amigo, este último lo invitó a comer por la noche pues estaba probando una nueva receta y quería un "conejillo de indias".

- Bien, estaré aquí a las 9, ¿Te parece bien?

- Sí, invita a tus amigos. - Pietro asintió y en ese mismo momento sacaba su celular para avisar a su mejor amiga. - No contesta.

- ¿Y otro amigo?

El rubio pensó en alguien, pero tampoco creyó que ella aceptaría una invitación así de repente, "Bueno, en pedir no hay engaño"


- ¡Nina! - la adolescente buscó con la mirada a quien la llamaba y se acercó a él. - Me alegra que hayas venido, ven te presentaré a mi amigo.

- Gracias por la invitación.

Los chicos entraron y se encontraron con unas pocas personas, los últimos clientes del día. Enrico fue muy amable con ellos y los llevó a la terraza, dándole unos bocadillos mientras esperaban las pizzas de prueba.

- Nunca he hecho esto. - dijo avergonzada la castaña.

Pietro le sonrió gentil. - Sólo tienes que ser honesta. Dile lo que te gusta, lo que no, sugerencias, tus apreciaciones y así va a estar encantado.

Luego de las palabras del chico, cogió más confianza y eso se vio reflejado en su cara que no mentía cuando lo miraba a él. Lo admiraba y quería ver más tonos de colores y sensaciones, cosas que sólo le ocurrían cuando estaba con él.

- Lamento interrumpir a los enamorados, pero su pizza está lista.

Ambos se sonrojaron, pero tampoco se animaron a contradecir lo que dijo Enrico. "Tú y tus bromas, mejor danos la pizza" replicó Pietro restándole importancia a las burlas de su amigo, sin embargo, no parecía importarle mucho pues inició otro tema de conversación.

- ¿Cómo es qué Francesca no vino con ustedes?

- La llamé un par de veces luego de llamar a Nina para que viniéramos juntos, pero estará ocupada. - "Ni si quiera me ha llamado de vuelta" pensó.

- ¡Jajaja! ¿Ocupada?, vino un poco más temprano con un chico. - el rubio parecía serio y lleno de preguntas. - Eso es lo que me contaron, yo no estaba atendiendo.

En ese momento se acerca una de las empleadas con las bebidas, Enrico aprovecha y le pregunta por el chico que vino con Francesca.

- ¡Ah, él! Era muy guapo, creo que se llamaba Fernando.



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