Los juguetes de Pietro

Giacomo se reconocía guapo. Su cabello rubio platinado y ojos celestes al igual que su hermana, hacían que pareciera un ángel. Había quienes fingían que no era guapo para llamar su atención, pero él los reconocía y no les daba mucha importancia, a veces hasta les seguía el juego.

- benvenuto. - le dijo Luisa a la pareja. La mujer tenía tan buena presencia que de inmediato les agradado a ambos.

Giacomo que había hecho como su madre, vio en Ágata mayor belleza que la de antes, sus ojos, cabello, figura y presencia encantadora. Al saludarla ella pareció no darle mucha importancia a él, no era como los demás. La mujer llevaba las riendas, aunque no se percatase.

- grazie mille. Pido disculpas por la hora, pero... - habiéndose percatado de la Francesca que se escondía como una niña detrás de sus padres. - Es mi alumna.

Fernando se rió por la ironía. Recobro la postura, pues salvo por Ágata, nadie parecía entender. Aclaró que era el profesor nuevo de Francesca y que se quedaría por el año hasta el regreso de su maestra.

Terminada la conversación, todos se despidieron, incluso la pelinegra que se había quedado muda por la sorpresa. Ambos adultos volvieron a la nueva casa, dándose cuenta de que habían olvidado el propósito de la visita a los vecinos en el transcurso de charla.

- Ah~ - suspiró - Y yo que quería preguntarles donde puedo comprar comida.

- Te dije que busques en tu celular.

- No. - por razones que no entendía Ágata prefirió omitir comentarios. - Le gustaste al chico de la familia.

Ágata hizo como si no hubiera escuchado. Lo había notado, pero ella tenía ojos para Fernando y una parte de ella le dolió cuando éste le dijo que podía ir tras quien quisiera, que no se oponía, que fuera feliz. Le dolió pensar que no la veía a ella como su persona más preciada y que estaría dispuesto a dejarla ir sin rechistar.

- ¿A dónde vas?

- A casa.

Cuando estuvo solo, el castaño comenzó a recordar como la conoció. Hace un año cuando Ágata trabajaba en un hospital y tuvo que atenderlo por una torcedura, habían conversado un poco se llevaron bien de inmediato, luego por las vueltas de la vida, se volvieron a encontrar y comenzaron a salir. Tras el paso del tiempo el hombre le tomó mucho cariño, mientras que ella comenzó a enamorarse.

A la mañana siguiente Francesca se asomó por su ventana, veía el movimiento en su calle y contemplaba a la gente, pronto su atención fue llevada a la casa del frente, se sonrojo. "Es la casa del profesor", tenía las ventanas abiertas y con los visillos agitados por el viento.

- ¡Oh mamma mia, oh mamma mia!

La chica se había ruborizado hasta las orejas, era su profesor que de repente salió en escena desnudo de la cintura para arriba. "El cuerpo de un hombre" pensó, aunque muchas veces había mirado a Pietro en trajes de baño, nunca lo miró de la forma en la que miraba al castaño. Se apartó de la ventana de inmediato, no era posible que estuviera pensando así.

Fernando cerraba las ventanas cuando reconoce a Pietro y Francesca a los pies de su casa, "Al menos el castigo sirvió de algo" se enorgulleció al pensar que iban temprano a clases, pero, cuando el adulto llegó a su clase, se sorprendió de no ver a ninguno de los dos hasta después de 1 hora de haber empezado la clase.

- Vayan a enfermería.

Tenían mal aspecto, sucio y lastimado. Se había pinchado una rueda en el trayecto y por suerte no salieron tan heridos, pues no venían a mayor velocidad. Ágata los recibió y limpió las heridas de ambos, luego de descansar un resto de hora los dejo libres. Ambos agradecieron y se fueron.

- ¿Están mejor?

- Sí, gracias. - respondió Cesca por los dos. - ¿Estaremos castigados?

- Lo pensaré. Si se sienten mal vayan a casa con las indicaciones de la enfermera.

Fernando avanzó en dirección contraria por el pasillo mientras que los amigos siguieron su camino. Estaban conversando sobre el castigo que recibirían por parte de sus padres y posiblemente de su maestro.

- ¿Quieres ir a casa?

- No, Pietro. Estoy bien, pero tú...- Aunque sus heridas no eran graves, se sentía fatal por el susto de que les hubiera pasado algo y sobre todo a su mejor amiga.

- Me quedaré contigo. De todas formas, necesitamos las indicaciones, yo las llevaré. - el chico extendió la mano a la pelinegra, a lo que está no reaccionó. - Están en enfermería.

- Tú las olvidaste, nunca dije que yo las llevaría.

- Permiso. - dijo el rubio por sobre la queja de Cesca.

Los chicos se quedaron incrédulos. Era la enferma y su profesor, él sin camisa, con el cuerpo sudoroso y la mirada bochornosa, ella sobre él en cuatro sujetándolo de las manos con un pequeño paquete sujetado por los dientes. "¿Un condón?" pensó Pietro. Aun si la adolescente era consciente de que ellos dos tuvieran un tipo de relación, eso no evitó que sorprendiera el acontecimiento en la sala de enfermería.

- Disculpen. - Las tres caras se miraron entre sí luego de la salida repentina de Francesca.

Fue el adolescente el que empezó a hablar. - Bien, esto no es del todo correcto ¿cierto? Y aunque prometiera no decir nada al director, eso no les asegura que nadie más sepa lo que hacen si son así de irresponsables como para dejar la puerta abierta.

Los adultos se miraron con asombro, "¿Quién se cree?" se dijo Ágata para sí, la escena era comprometedora, pero no es lo que el rubio creía. Incluso así amenazó con suficiencia:

- ¿Van a cooperar? 



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