Más que palabras

Al final de las clases Francesca se acercó a Bruno, durante todo el día tuvo en mente la cita con él, sin embargo, no estaba segura de ser más cercana a Bruno, pues nunca había tenido una relación muy seria y duradera, y el pelinegro parecía el tipo de chico que se tomaba las cosas en serio.

- Bruno, necesito hablar contigo. - para sorpresa de él y de quienes lo rodeaban, Francesca estaba seria, pero decidida.

- ¿Quieres ir a otro sitio?

- Caminemos un poco antes de la reunión, aún quedan unos minutos. - le dijo con una sonrisa.

Los adolescentes se alejaron de la multitud y pese a no ir directo a grano con la conversación, se habían reído y eso permitió relajar un poco el ambiente entre ambos.

- Te llamé porque quería responder a tu nota. - de su bolsillo saco la nota y se la mostró a su amigo. - No era necesaria una nota para invitarme a salir, no soy experta ni nada en citas, podría arruinarlo...

- Eso no va a ser un problema. - interrumpió. - Me gustas como eres, por eso te invité a salir.

- En ese caso, acepto. - Tanto ella como él apartaron la vista, el rubor era notorio en ambos y aunque era vergonzoso lo que había dicho Bruno, no se quiso perder la sonrisa tímida de Francesca y la miró sin pena a que lo viera así.

Un compañero de clase alertó a todos sobre la llegada del profesor, de inmediato todos abandonaron el patio dejándolo vacío en unos pocos minutos. Dentro del salón esperaba el maestro a que terminaran de entrar todos.

- Me alegra que estén tan entusiasmados, pero yendo a lo que nos convoca. - el adulto con un block de notas en mano tomó asiento sobre su mesa, adoptando una postura más informal. - ¿A dónde les gustaría ir? Digan ideas.

Todos se precipitaron a dar sus ideas, haciendo de ello algo imposible de entender, una chica del salón ya molesta les gritó a sus compañeros guardar silencio, estos obedecieron al instante, pues nadie se atrevía a desafiar a una chica con tantas agallas, lo que le forjó más el carácter.

- Está bien, tú primero. - dijo apuntando a una chica en medio de la sala.

- Podríamos ir a Roma, visitar el coliseo o el museo.

- Pompeya, nunca he ido y me gustaría conocerla. - sugirió Bruno, la emoción en su rostro no era algo fácil de ocultar.

- Aunque tampoco la conozco, creo que a la mayoría no le llama la atención. - una compañera sin malas intenciones dijo algo cierto, pues la mayoría prefería otro tipo de atracciones.

Las ideas iban y venían, y el maestro las anotaba, para su sorpresa no había mucha variedad.

- ¿No podemos salir del país? - las miradas se posaron en el alumno. - Sería más divertido si pudiéramos ir a otro país.

- Honestamente no lo sé, quizás podamos viajar en tren, pero aún así sería un viaje largo y arriesgado para ustedes al estar en otro país. - las miradas tristes no se hicieron esperar y conmovieron al joven profesor. - Tendré una reunión con algunas personas y lo consultaré, pero de momento los lugares que proponen son: Roma, Venecia, Isla de Capri y Verona.

La reunión finalizó minutos después de que todos votaran por el destino a visitar, siendo los dos más votados Venecia e Isla de Capri. Los alumnos iban dejando uno a uno el salón desocupado y de regreso a sus casas con la esperanza de sobrepasar las fronteras italianas.


- ¿Así que nunca han ido a Pompeya?

- Yo sí, pero tenía 4 años así que no lo recuerdo. - la castaña se rio. - Eres prácticamente un turista, se me olvidaba porque hablas muy bien el italiano.

- Gracias, pero más me asombra que no tengan curiosidad de ir.

- No la suficiente. - dijo Pietro, hablando por primera vez desde que salieron de la escuela. - Turista.

Pietro y Bruno comenzaron a discutir, y por un momento olvidando que seguían a las afueras de clases, Nina que sentía dentro de su corazón que se podía acostumbrar a sus nuevos amigos, saboreo esa pequeña normalidad en su vida, pero que la hacía ser tan especial al participar en ese tipo de amistad y más aún ser cercana al rubio.

- Hey, Nina, se te cae la baba por Pietro. - Unas chicas burlonas de otra clase que no soportaban que Nina pasase demasiado tiempo con Pietro, pues creían que tenía intenciones ocultas y que usaba a Francesca para llegar a él.

- No, chicas, se equivocan... yo estoy babeando por ella. - posó su brazo sobre Nina y estrechándola junto a él. - ¿Cierto, Nina?

Las chicas que se habían sentido humilladas por un instante, pero se reiron al otro, pues sabían de la naturaleza pícara y seductora de Pietro, al ver la cara toda ruborizada de Nina, sonrieron por lo bajo, habían notado que ella sí tenía sentimientos por él, sin embargo, el adolescente no la miraría como otra cosa más que una amiga.

- Está bien, te creemos, cuida a tu linda novia. - las adolescentes sin pena ni gloria se marcharon.

- ¿Estás bien? - Pietro miró a Nina, pero esta no alcanzó a decir palabra, pues sentía que se desvanecía, comenzando por sus piernas. - Wooow, ¡te tengo!, pero no pareces estar bien, te llevaré a tu casa.

- Debo estar soñando...me estás cargando en brazos.

Tanto Bruno como Francesca no aguantaron la risa, Nina siendo tan honesta con sus sentimientos no era algo de todos los días y el hecho de que estuviera diciendo ese tipo de cosas frente a Pietro con quien más cuidadosa se volvía, era todo un espectáculo.

- No se burlen...- el adolescente se puso rojo, no era costumbre en él eso, por lo que se sintió más acabado cuando el color de sus mejillas lo delato. - Basta.

- Espera, no te vayas, también acompañaré a Nina a su casa - Francesca se detuvo y miró al chico que tenía al lado. - ¿Vienes Bruno?



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