Pietro se confiesa

- Llegué.

Cuando Francesca no recibió ningún tipo de bienvenida, asumió que sus padres habían salido, por lo que tocó la habitación de su hermano, donde tampoco tuvo respuesta.

"Oh, estoy sola"

Pensó en invitar a Pietro a ver una película y explicarle que estaba sola, por lo que podrían ver todas las películas que quisieran y comer como los dioses. Llamó a casa de Pietro y para suerte de ella, él atendió.

- Sé quién eres ¿Me extrañabas?

- ¿Cómo sabes quién soy?

- Pues, ya me sonaba raro que no me hubieras escrito para decirme que estabas en casa, además de que eres la única que me llama a casa teniendo mi número de celular. - al otro lado del teléfono, la pelinegra podía escuchar los gritos de la madre de Pietro, causándole gracia.

- Creo que te llaman.

- Sí, es Paula. - Se le hacía más pequeña la voz cada vez que hablaba de la mejor amiga de su madre. - Vino de visita, pero si quieres puedo ir a tu casa.

- No es necesario. - la chica sonrió para sí, entendía la situación. - Tengo que colgar, besos.

- Ciao bella.

Pietro muchas veces intento confesarse a Paula, pero ésta nunca lo tomaba en serio, veía a chico como un niño. El adolescente entendía, pero no se rendía. A simple vista Paula no destacaba por ser la más hermosa, pero tenía un espíritu bondadoso que se veía reflejado en el azul de sus ojos, lo que los hacía más intensos en contraste con el cabello rubio de ella.

- Gracias por invitarme Beatriz. Todo se ve delicioso.

La madre de Pietro tenía un don para la cocina y que Pietro había heredado, cuando se enteró de que Paula venía de visita para cenar, de inmediato hizo los preparativos. A Beatriz se le infló el pecho de orgullo por el comentario de su amiga y no tardó en mostrarle la razón

- Querida Paula, mi hijo cocinó todo.

- Por favor, disfrútalo. - la sonrisa de Pietro brillaba cada vez que era por Paula y más aún cuando la comida era de su agrado.

- Grazie, es una lástima que Roberto no pueda estar.

El padre de Pietro constantemente estaba de viaje, por lo que de pequeño se había acostumbrado a siempre ser él y su madre para las cosas de la vida cotidiana, eran felices, se querían y cuidaban entre todos a pesar de la distancia.

- Entonces tienes que venir más seguido.

El adolescente terminó de servir los platos y se dispuso a cenar. El ambiente era agradable, entre risas, conversaciones e historias se la pasaron los tres, pues, aunque fuese joven, Pietro era capaz de hablar en el mismo lenguaje que su madre y Paula.

En casa de Francesca, la adolescente no encontró otra cosa más que hacer que estudiar, y aunque no le molestaba, hubiera preferido hacer otra cosa. Películas, juegos, cualquier otra cosa, pero su único amigo era Pietro. A diferencia de él, a Cesca le costaba socializar, no se le daba naturalmente como a su mejor amigo.

"Debería descansar" se dijo a sí misma y no lo dudo, abrió las puertas de su pieza que daban a un pequeño balcón, la noche estaba fresca y ventosa, inconscientemente miró la ventana de Fernando. "¿Estará dormido?" fue entonces que a través de la ventana abierta vio en el suelo un cuerpo.

- Eso no está bien...

Cesca salió de casa en dirección a la casa de la vecina que le arrendaba a su profesor para pedirle las llaves, la mujer que entendía que era una emergencia por la cara de la adolescente le entregó las llaves y siguió a Francesca que en pocos segundos ya se encontraba dentro.

- Está hirviendo.

- Déjame ver. - la señora se acercó y de inmediato reaccionó. - Está desorientado, llama a un doctor.

- Ágata...- la voz débil de Fernando se oyó como la de un fantasma, pero era claro lo que quería y quien podía ayudarlo.

La chica tomó el teléfono del castaño, no estaba bloqueado, por lo que accedió rápidamente a los contactos e identificó el de Ágata, marcó su número y ésta no tardó en contestar.

- Soy Francesca, el profesor de pronto estaba en el suelo, tiene la temperatura alta y parece confundido.

Ágata que sabía que lo importante era la calma, trató de guiar a la chica mientras ella iba en camino. La muchacha puso en alta voz a la mujer, de esa forma la dueña también estaba al tanto, la voz de la enfermera era fuerte y clara, no les costó seguir sus instrucciones.

- No debe ser nada grave, tiene fiebre, pero quizás se desmayó por el cansancio. Lo sabre cuando lo vea.

A penas llegó la pelirroja, corrió en busca de Fernando y se sintió aliviada al verlo consciente. Agradeció la ayuda de la dueña y la chica.

- Estará bien ahora, pueden irse. No queremos molestar.

La dueña dejó todo en manos de Ágata, por otro lado, Francesca, aunque agradecida de que todo hubiese salido bien, no tenía ganas de irse.

- Está bien, no me molesta. Soy su vecina, puedo ayudarlo si necesita algo.

Fernando, que había sido conmovido por Cesca, no pudo decirle que no. Sonrió a ambas, sin embargo, la mujer no le devolvió la sonrisa. "Es tan inocente".

- Es muy amable de tu parte. - se dirigió a la adolescente y luego al adulto. - Cariño, debes descan...

No alcanzó a terminar la frase cuando recibe un mensaje, todos comprendieron que era importante porque Ágata lo miró de inmediato, como si lo hubiese estado esperando.

- Ya sé. - Era Fernando quien habló. No se intercambiaron palabras, pero para la chica era evidente que se entendían. - Ve con cuidado.

- Si llegan a necesitar algo, me llamas Francesca. - con un gesto rápido se despidió de todos y se fue.

En casa de Pietro, la cena había terminado y él se había ofrecido para acompañar a Paula a su paradero. Había tenido oportunidades así con ella, pero siempre acababa por desperdiciar ese tiempo a solas.

-Gracias por acompañarme Pietro.

El chico que había estado ausente por unos segundos recobró el sentido cuando ella le habló, pero se sintió decepcionado de tener la misma mirada que veces anteriores le decían "Lo siento", los ojos culposos y tristes de Paula. "Sé que no me corresponde, pero..."

- Sé que lo sabes, pero tómame en serio. Estoy enamorado de ti.

La expresión de Paula cambió cuando el chico la tomó por la cara y la besó, los segundos que demoró en reaccionar le permitieron al rubio sentir esos labios que eran más suaves de lo que alguna vez pensó o soñó.

Hasta que de un golpe volvió a la realidad, no era un sueño. Paula lo había golpeado en la mejilla y lo miraba furiosa.

- Nunca más vuelvas a hacer eso, no diré nada a Beatriz por el respeto que le tengo a ella.

No era necesario seguir hablando para ninguno de los dos, ella puso distancia entre ambos, la mirada amenazante y los labios temblorosos, todo en Paula era un gesto de rechazo rotundo.

"No me odies", pensaban ambos mientras sus caminos se separaban.



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