Estoy enfermo

- Llámala. - Fernando habló por primera vez. - No es lo que crees.

- Es cierto. - Ágata se acercó y le enseñó el paquete que antes tenía en la boca. - Es un supositorio.

Pietro se sintió avergonzado, mirándolo de lejos parecía un preservativo por envoltorio metalizado. Los aires de superioridad que había sentido anteriormente se desvanecían conforme avanzaba el tiempo.

- Está afiebrado... - dijo mirando a su profesor. - ...pero, se veía bien en el pasillo.

- Si me permites, tengo que hacer mi trabajo. Luego podremos conversar.

Pietro salió de la sala y encontró a Francesca no muy lejos de la sala, mientras más se acercaba, más preocupada se veía. La chica que lo miró con ojos inquietos y le decían todo.

- Estaba enfermo y tenía fiebre. - Los ojos de la pelinegra se abrieron. - Lo que tenía en la boca era un supositorio.

Se notaba más calmada. - ¿Por qué no te fuiste antes?

- Hablaremos después de clases.

Finalizaron las clases y Fernando los esperaba para conversar, se notaba ligeramente mejor que antes. El hombre los guio por el pasillo hasta la enfermería donde estaba Ágata terminando unos formularios, cuando los vio terminó de hacer lo que hacía y se colocó a un lado su colega.

- Estaba enfermo y tenía fiebre. Ágata intentaba ponerme esto. - enseñó el supositorio. - Quería descansar y por la fiebre decidí abrir mi camisa, pero ella insistía en el supositorio y todo acabo viéndose de esa forma.

- Entiendo.

Espetó seria la adolescente, había escuchado todo de Pietro, pero escucharlo de la boca del mismo Fernando era mucho mejor. Agradecieron las explicaciones y optaron por irse, pero el hombre los detuvo antes y les ofreció llevarlos a casa, a lo que ninguno puso resistencia, pensando en el incidente que había ocurrido en la mañana.

- Primero te iré a dejar a Ágata, luego a Pietro y finalmente Francesca.

- Gracias. - dijeron los chicos entrando en el auto de Fernando.

"Es pequeño" pensaba Pietro dejando hablar a la molestia por él, pero en el fondo agradeció no haberse llevado ningún castigo, a pesar de su actitud altanera de antes. El ambiente dentro del vehículo de cierta forma era agradable, pues los adultos conversaban sin problemas en la parte de adelante y los mejores amigos estaban juntos.

Después de unos 20 minutos la primera en bajar y acto seguido fue Pietro que estaba a tan sólo a un cuarto de hora. Cuando estuvieron solos el silencio se hizo sentir y la incomodidad por parte de ambos también.

Cuando llegaron por fin llegaron, Francesca bajó del coche y agradeció nuevamente a su profesor, éste que estaba tenso por todos los acontecimientos sacó un cigarro, esa acción provocó que la vista de la chica se fuera directamente a él.

- No fume, es malo para su salud...

La fuerza con la que Cesca le había arrancado la colilla de los dedos lo dejo pasmado, tanto que le costó reaccionar cuando ella pisó el cigarro. Ella seguía hablándole de las consecuencias de fumar, pero Fernando no la estaba escuchando directamente. Comenzó a reírse, pensó en ella como una niña por la forma en que lo regañaba, pero en el fondo sabía que ella tenía razón y si estaba enfermo, tampoco debería fumar.

- Ya entendí. - confesó el adulto riéndose, mientras que unos ojos celestes lo miraban receloso.

El castaño casi instintivamente puso su brazo sobre su cabeza y le revolvió un poco el cabello, el gesto hizo que la chica se sonrojara y el corazón se le agitara. Él la seguía mirando con ternura.

- Perdón, no debí haber hecho eso.

- Tienes razón, no te preocupes.

Fernando se despidió de ella y entró en su casa, para cuando había cerrado la puerta la pelinegra sentía como le ardían las mejillas. Ella pudo sentir toda esa calidez en todo su cuerpo, aun si sólo le había tocado la cabeza, pues sentía que su mirada era la que le agitaba el corazón y enloquecía a su sistema. Era como si tuviera una tormenta dentro de ella.



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